Roman Bengoa Larrañaga, horticultor de Berriz y presidente de ENEEK 2008-2016
Abadiñarra de nacimiento, aunque afincado desde niño en Durango, Roman dejó en 1995 la fábrica en la que trabajaba buscando, según sus palabras, una vida más tranquila. Con 35 años decidió dar un cambio radical a su vida y, aunque él procede del entorno urbano, optó por la horticultura. Su compañera Txaro siguió poco después el mismo camino, aprovechando que la empresa en la que trabajaba quería disminuir personal y proporcionó facilidades a quien eligiera dejar la empresa. Para entonces ya tenían construida su casa, “Artizar”, en el barrio Sarria de Berriz. Tras casi 30 años de trayectoria, cientos de días de mercado y cientos de miles de hortalizas cultivadas según el modelo ecológico, le ha llegado el momento de la jubilación a este horticultor profesional que fue el primer presidente ENEEK-Ekolurra. Se le ve feliz y contento, “sin necesidad de trabajar, tengo todos los meses un ingreso, ¡en 14 pagas!”.
Nos citamos en el restaurante que hay cerca de su casa, a las 12. “Antes no puedo, tengo que pasarle el tractor al vecino”, aclara por teléfono. La jubilación ya le ha llegado, pero el retiro, aparentemente, no.
¿Echáis en falta ir al mercado?
Todavía vamos. Nos quedan los últimos productos de la plantación de verano, y eso es lo que llevamos.
Después de tantos años con escasez de tiempo libre, ¿tenéis la intención de cumplir algún sueño?
A decir verdad, nosotros siempre hemos librado desde el sábado por la tarde hasta el lunes por la mañana, para poder hacer alguna salida sin ir muy lejos o para lo que fuera. Creo que es fundamental guardar espacios así para que los proyectos puedan perdurar. Ahora Txaro tiene ganas de alquilar una autocaravana y salir a algún lado, aunque tampoco nos iremos demasiado lejos, será en un radio de 1000 kilómetros a lo sumo.
¿Cómo fue tomar la decisión de dejarlo todo y dedicaros plenamente a la horticultura? ¿Fue vocacional?
Para nada, no tuvo nada de vocacional. Fue más bien una ocurrencia, algo que hicimos sin pensarlo mucho. Yo quería vivir “tranquilo”. Ahora, visto con perspectiva, no le recomendaría a nadie hacer lo que nosotros hicimos. No sabíamos prácticamente nada, yo era urbanita, la madre de Txaro sí que era de caserío y de ella recibimos algunos conocimientos, pero en cuanto a formación nuestras lagunas eran considerables. También es cierto que eran otros tiempos, era más fácil vender, llegar a acuerdos con tiendas, los mercados estaban vivos y todavía no se habían construido los grandes centros comerciales. Tuvimos suerte. Creo que hoy sería imposible hacer lo que nosotros hicimos.
¿Tanto ha cambiado el mercado de Durango en 30 años?
Cuando empezamos nosotros había 65 puestos en la plaza. Había de todo, y muchos eran revendedores pero, aun así, la presencia de productoras era considerable y la venta era buena. Hoy en día hay 24 puestos, que no se llenan todas las semanas, y de los que se llenan, media docena están ocupados por baserritarras que ya están jubilados. Ahora mismo estamos 8 productores y productoras ecológicas, y esto le da algo de vida al mercado. Pero la realidad es que a la plaza va poca gente, y la que va es, por lo general, bastante mayor. También vienen algunas personas jóvenes, que suelen buscar producto ecológico. En “Etartie” (punto de venta creado colectivamente por baserritarras ecológicas de Durangaldea) hicimos una encuesta entre la clientela y la media de edad era da 60 años. Da la sensación que hoy en día la gente tiene miedo de comprar las cosas cara a cara y prefiere escudarse detrás de la pantalla del ordenador.
¿Por qué elegisteis producir en ecológico?
Pues tengo que confesarte que en un principio fue una opción meramente comercial: había nicho de mercado. Nosotros no sabíamos nada sobre agricultura, no conocíamos las prácticas que se hacían. 30 años después, creo que tomamos una buena elección, los clientes se nos acercaban, aunque no sabían qué era eso de “ecológico”. Por el contrario, el resto de productores nos miraban con desconfianza y un punto de rabia, nos preguntaban a ver porque no bajábamos en burro al mercado, si tan ecológicos éramos. Con el paso de los años, a medida que fuimos conociendo qué es la agricultura “tradicional”, qué productos se utilizan y en qué cantidades, qué efectos perjudiciales tiene la intensificación de la producción… Ahí ya vimos claramente que el modelo ecológico es la única opción posible si queremos seguir produciendo comida en el futuro.
Tanto te convenciste, que acabaste asumiendo la responsabilidad de ser el primer presidente de ENEEK-Ekolurra en el periodo comprendido entre 2008 y 2016. ¿Qué recuerdos tienes de esa etapa?
¡Así fue! Me metí en la horticultura con la intención de vivir tranquilo, y al final acabé de presidente de ENEEK-Ekolurra… Fue por casualidad, Tomas Larrañaga era quien iba a asumir la responsabilidad, pero hubo un problema burocrático que hizo imposible que así fuera, y al final me tocó a mí. Las primeras reuniones con las representantes del Gobierno Vasco las hicimos en el Gran Hotel de Durango. Entonces no teníamos nada, ni oficinas, ni plantilla ni nada. El primer año fue una locura, no sabíamos ni cómo se hacia el control. Las funciones de ENEEK-Ekolurra son el control y la certificación, y la promoción; en aquellos comienzos nos propusieron dejar el control en manos de otra entidad, que nos centráramos sólo en la promoción. Le dimos muchas vueltas sin tener mucha idea de lo que teníamos que hacer, pero una cosa sí que tuve clara: el control tenía que hacerse desde el Consejo. El razonamiento era que en el control hay un presupuesto considerable, y cuanto más grande sea el presupuesto que manejas, mayor capacidad de decisión tienes. Creo que fue una buena decisión. Cuando se creó el Consejo la producción ecológica era un sector muy pequeño, no se creía demasiado en nuestro modelo y se nos dejó hacer las cosas a nuestra manera. Teniendo la posibilidad de hacer nuestro camino aprendimos un montón de cosas. Fue bastante estresante al principio, la verdad: recuerdo que hubo una ciclogénesis y allí estaba yo, subido a una escalera arreglando algo y hablando con la persona responsable del Gobierno Vasco sobre un problema que teníamos en el Consejo. Tras esos 8 años iniciales el área de certificación ya estaba bastante afianzada y entonces decidimos poner más fuerza en la promoción.
¿Dirías que hoy en día el conocimiento de la producción ecológica está generalizado y que ya se considera como una herramienta válida para reorganizar el sistema alimentario?
Sí, en teoría. Tengo dudas de que la gente sepa lo que realmente es la producción ecológica. En general creo que sí, es conocida, pero si vamos al detalle creo que no está muy claro lo que supone la agricultura ecológica. Nuestro modelo no puede ser una excepción, el modelo de sociedad también tendría que coincidir con los principios de la agricultura ecológica. De lo contrario, siempre vamos a estar poniendo parches en distintas áreas, sin incidir de manera general. Siempre iremos cojos.
Al hablar sobre el mercado de Durango has mencionado el punto de venta Etartie. Esta iniciativa colectiva está ya en su 3er año, ¿Qué tal os va?
Pues está funcionando bien, abrimos los lunes, martes, jueves y viernes, mañana y tarde. A la plaza de abastos de Durango se acerca poquita gente, pero con la tienda hemos conseguido que se acerquen más personas y hemos afianzado clientes. El mayor problema que tenemos ahora es la falta de género: no tenemos oferta para cubrir la demanda. De cualquier manera, nos arreglamos bastante bien a la hora de coordinarnos entre los distintos productores. Tenemos organizados los turnos para estar en la tienda, y entre los horticultores hemos creado un grupo en una aplicación de mensajería. Cada día, al finalizar el turno, la persona que haya estado al cargo de la tienda ese día envía el “parte” para poder reabastecer de cara al siguiente turno.
Es una buena noticia que un proyecto colectivo así funcione. En cuanto a la plaza del mercado, ¿ha tenido alguna influencia?
Pues hemos visto que algunos de los clientes que venía a la plaza han dejado de hacerlo, y ahora viene a la tienda. También hay personas que no tenían la posibilidad de ir al mercado los sábados, pero ahora entre semana se acercan un par de veces a la tienda. Probablemente, Etartie no ha tenido un efecto positivo en el mercado, pero yo me pregunto si merece la pena luchar tanto por mantener la plaza con la deriva negativa que lleva. Nosotros llevamos un montón de años yendo al mercado a vender, hemos probado diferentes cosas para reactivarlo, pero no hemos encontrado la manera de darle la vuelta a esa tendencia negativa. Tal vez la clave esté en que vender de manera individual no es el camino y hay que encontrar otras formas de vender, por ejemplo colectivamente. Tal vez los mercados tienen que ser más pequeños, con menos puestos pero que éstos se gestionen colectivamente.
¿Cuál sería tu diagnóstico de la horticultura en Bizkaia?
Últimamente estoy viendo que están cayendo proyectos colectivos. En mi opinión, esto sucede porque no se establecieron bien las bases desde un principio. Tengo claro que arrancar un proyecto individualmente es muy difícil, la huerta en soledad es muy dura. Por otra parte, considero que, si no tienes suficiente base territorial, suficiente tierra para poder contratar a alguien, la pervivencia del proyecto es más complicada. Por eso pienso que las producciones tienen que ser más grandes o, si son proyectos independientes, unipersonales, que trabajen conjuntamente con otros proyectos similares. En este segundo caso tiene que haber una cercanía geográfica entre las iniciativas, porque si no, no perdurarán. Estamos muy dispersos geográficamente y esto también es un problema, pero hay diferentes fórmulas para ayudarse mutuamente, para funcionar de una manera organizada. Hay que encontrar esas fórmulas.
El compromiso también es indispensable, ¿supongo?
Cualquier proyecto que emprenda uno mismo requiere compromiso. Si éste va acompañado de la vocación, mejor que mejor. Pero sólo con la vocación tampoco es suficiente. En horticultura los beneficios económicos son escasos, por esto es indispensable aprovechar todos los recursos a tu alcance, de lo contrario tendrás que cerrar. Una cosa que considero indispensable es disponer de maquinaria o herramientas adaptadas a las necesidades propias, ya sea para escardar, para cosechar la patata, para sembrar… Encontrar esas herramientas requiere tiempo, o ayuda. En este sentido, me parece interesante la experiencia que ha puesto en marcha la ADR Urkiola, que ha adquirido diferentes herramientas para ponerlas a disposición de las profesionales de una manera “comunitaria”. No le veo el sentido a que cada agricultor tenga que disponer de sus propias máquinas, por eso me parecen fundamentales las colectivizaciones de este tipo.
¿Qué ayuda necesitaría nuestra horticultura por parte de las instituciones para darle la vuelta a la tendencia negativa?
Se necesitan tierras. Hay buenas tierras que en estos momentos no están siendo aprovechadas, hay que facilitar el acceso a esas tierras, y hacerlo con contratos a largo plazo. Como mínimo tendrían que ser contratos a 20 años, que creo que es el tiempo que un horticultor va a necesitar para dominar y sacar adelante la producción. También hace falta ayuda para poder comercializar los productos dignamente, y en este sentido está bastante claro que las diferentes instituciones pueden actuar de manera clara y rápida: por medio de la compra pública. Esto me parece fundamental. En la manera en que está organizado ahora mismo la compra pública no es una opción para las pequeñas producciones que tenemos en Bizkaia: las adjudicaciones se dividen en grandes lotes y ahí sólo pueden acceder las empresas grandes. Entiendo que de esa manera se facilita la gestión, pero ese es un obstáculo insalvable para los pequeños productores. Si se quiere apoyar a la agricultura local por medio de la compra pública hay que estructurar la adjudicación en lotes pequeños, y a los comedores colectivos hay que darles facilidades para que puedan trabajar con lotes pequeños. Entiendo que esto también requeriría la creación de puestos de trabajo para ayudar con la gestión.
La formación también es necesaria, ¿verdad?
Cuando empezamos, nosotros no teníamos nada de formación. Las personas que empiezan hoy en día en horticultura esa base sí que la tienen. Ahora las productoras están bastante más preparadas de lo que lo estábamos nosotros. Y, a pesar de todo, los nuevos proyectos no acaban de asentarse. Yo veo a bastantes personas con interés por instalarse, de las escuelas agrarias salen cada año nuevas productoras potenciales, pero después, ¿a dónde van? No disponen de tierra ni de medios para poner en marcha sus proyectos. También me parece curioso que quien tiene tierra, en muchas ocasiones, no tiene interés por trabajarla, además de que hay mucha resistencia en alquilarla o venderla.
Desde la perspectiva que da una trayectoria de 3 décadas, ¿destacarías algún cambio en la producción hortícola ecológica?
Las cosas han cambiado mucho, comenzando por los productos fitosanitarios que tenemos a disposición los productores. Ahora hay más productos y son más específicos, aunque tengo mis dudas de que esto sea una ventaja: en horticultura ecológica, la base son las labores que haces. Si las prácticas previas no son buenas puedes acabar cayendo en los vicios de la producción convencional y depender de los fitosanitarios. En cuanto a las herramientas, diría que las “nuevas” herramientas que ahora tenemos a nuestra disposición siempre han estado ahí, pero nosotros no las conocíamos. Otro cambio que he percibido, aunque en este caso no ha sido para bien, está relacionado con las semillas. Antes utilizábamos semillas convencionales porque no había ecológicas. Tengo la sensación de que aquellas semillas se adaptaban mejor a nuestras condiciones, a fin de cuentas, eran variedades cultivadas durante décadas en las huertas de Bizkaia. En la actualidad sí que disponemos de semillas de cultivo ecológico, pero en muchos casos no están adaptadas a nuestras condiciones, y nosotros cogemos lo que hay. No hemos empleado tiempo en hacer una selección entre todas las variedades disponibles y en mejorarlas, nadie se ha preocupado de ese problema, pero hacer ese trabajo es fundamental. Unido a esto, no se puede obviar el hecho de que con las variedades locales tampoco se ha hecho ningún trabajo de mejora, ni se ha impulsado su uso. Las variedades locales se han guardado, pero no se ha hecho una selección ni mejora y creo que es indispensable que ese trabajo se haga, que se fomenten y mejoren las variedades locales. Me viene a la cabeza el papel de Neiker en este asunto, están trabajando con variedades que se adaptan a las condiciones de Araba, pero deberían hacer ensayos también para ver qué variedades se adaptan mejor a las condiciones de la cornisa Cantábrica.
¿Hay relevo en Artizar?
De momento, no. Nosotros no tenemos descendencia y nuestras tierras son pocas para poner en marcha un proyecto, lo que dificulta que se dé el relevo. Nuestra intención es vender la casa e irnos a vivir al entorno urbano. Artizar es nuestro único patrimonio, entre los dos hemos invertido ahí el fruto de 80 años de trabajo. Y como no tenemos descendencia, tenemos claro lo que haremos con el patrimonio: fundirlo.
Para finalizar, desde tu experiencia, ¿Qué recomendaciones le harías a un proyecto que acaba de empezar?
Antes que nada, que comience por trabajar en una producción profesional, como práctica, para conocer qué problemas hay a la hora de producir y, sobre todo, cuáles son los obstáculos para vender. A fin de cuentas, si tienes ganas de trabajar aprenderás a producir. Pero la comercialización es otro asunto: tienes que saber qué tipo de producción hacer en función del canal de venta que elijas, porque no es lo mismo surtir a tiendas que hacer venta directa. Nosotros empezamos haciendo 2 mercados, esto era suficiente hace 30 años, pero no lo es a día de hoy. Es fundamental saber dónde te metes. Y, a ser posible, hacerlo colectivamente.